Introducción
Como consecuencia, de lo que se vive en la sociedad venezolana, la educación reclama cada
día innovaciones, debido a las exigencias y diferencias que se presentan en los desiguales
escenarios donde se desenvuelve cada individuo. A pesar que, los organismos competentes han
hecho lo posible en hacer de esta educación con miras a un aprendizaje integral de la niña, el niño
y el adolescente, contando con los diferentes planes, proyectos y programas del gobierno nacional
que los beneficia.
Sin embargo, es necesario involucrar estrategias que vayan de la mano con la espiritualidad
del ser del individuo, basado en lo que se conoce como una “educación liberadora” por (Freire,
2012). Es relevante, que los estudiantes posean una formación integral, desde lo espiritual con
habilidad y actitud correcta en medio de la adversidad de esta manera, sean conductores eficientes
de un clima de tolerancia y armonía en las organizaciones, instituciones, familias, alcanzando
óptimos niveles de integración en la sociedad. Bajo esta perspectiva, Larrosa (2000) expresa, “…un
espíritu bien cultivado es el que tiene un máximo de recursos tras él, por decirlo así, y que está
acostumbrado a revisar sus experiencias pasadas para ver lo que le ofrecen para incursionar en lo
nuevo; en tal sentido que desarrolle un pensamiento crítico reflexivo invitando a explorar el mundo
que le rodea, así mismo, desde su espiritualidad…” (pp.138). Se puede apreciar, en los aportes
mencionados que es importante tomar en cuenta lo intrínseco del ser humano, donde se lleva esa
verdadera sensibilización bajo una concepción liberadora y emancipadora, mediante la cual, el
individuo evalúa su parte exterior y en función a cómo esté preparado internamente, podrá enfrentar
de manera centrada las situaciones adversas dentro de la complejidad del mundo de hoy.
En concordancia, se proyecta el valor del perdón como la cultura a una sana convivencia,
considerada como un ejercicio terapéutico hacia sí mismo de acuerdo con los valores universales;
siendo el mayor beneficiado del acto de perdonar uno mismo. En este orden de ideas, Arana (2014)
“Define el perdón como un proceso liberador de la situación y del poder del ofensor; es decir libera
el resentimiento, deseo de venganza y sufrimiento, trayendo restauración y reconciliación, creando
las bases para sanar relaciones. Considerado esta manera como un proceso continuo que se
profundiza y completa a lo largo del tiempo…” (p. 9).
Considerando que, las niñas y niños son la semilla, por lo tanto, es importante que sean
formados en una educación inclusiva, liberadora e integradora con corazones sanos que llevarán a
sus hogares el mensaje del perdón y reconciliación, trayendo restauración entre las familias de la
patria, contribuyendo de esta forma el gran objetivo histórico número 2.4 del Plan de la Nación
Venezolana, en convocar y promover una nueva orientación ética , moral y espiritual de la