2017) (Ortiz & Pereyra, 2015) se evidenciaron altos porcentajes de consumo de sal añadida, se
hallaron datos de prevalencia del 25% y 13%, respectivamente. Así mismo en una revisión
sistemática de estudios sobre conductas alimentarias realizado por (Asencio, Daza, Jiménez,
Nájera, & Suárez, 2016), se concluyó que la gran mayoría de los adolescentes, mantienen conductas
poco saludables, debido al alto consumo de sal, grasas y dulces.
Además, los investigadores añaden un componente adicional a este elevado riesgo derivado
del consumo de sal añadida, considerando que, a más de éste, el consumo elevado de manera diaria
de alimentos procesados, como se detallan en la tabla 7, que tienen alto contenido en sodio, propio
de su elaboración y forma de conservación; agrava el panorama de ECNT; por lo tanto, son dos
aspectos que sumados, son mucho más alarmantes; además, totalmente modificables; y que como
menciona la OMS, reducir la ingesta de sal, es la estrategia más práctica y costo eficaz, para
mejorar las tasas de morbi - mortalidad en adultos.
En cuanto al consumo de azúcar, la OMS, recomienda una ingesta reducida a lo largo de la
vida, y mientras más temprano se inicia, tiene mejor efectividad; traducida al 10% de la ingesta
calórica o mejor aún el 5% de la ingesta calórica total, es decir, si hablamos de una dieta promedio
de 2000 Kcal, 100 Kcal máximo deberían provenir de azúcares libres, en términos comunes,
máximo 25 gramos de azúcar (2 cucharitas pequeñas diarias) (Organización Mundial de la Salud
(OMS), 2015); es por esa razón, que las guías alimentarias no contemplan una cantidad exacta de
azúcar en gramos recomendada, debido que siempre se debe promover el mínimo consumo o mejor
aún, el no consumo de este producto.
En el último estudio de Nutrición y Salud en Ecuador realizado en el año 2014, se identificó
que los alimentos que contribuyen al aporte energético de mayor consumo en la Sierra rural y
urbana son: arroz, pan, papas, azúcar, pollo, leche, fideo, maíz; en el país, la población tiene exceso
en el consumo de alimentos altamente energéticos, (Freire, y otros, 2014) situación similar a la
encontrada en esta investigación. En una población de adolescentes en nuestro país, se halló datos
similares, como el hecho de que el 15% y 28% de la población consuma gaseosas y comida
chatarra, respectivamente (Sánchez, Alejandro, Bastidas, & Jara, 2017); aunque en el presente
estudio se encuentra la proporción al doble en lo referente al consumo de bebidas azucaradas como
las gaseosas (38%)
En un estudio realizado en Venezuela se encontró que el 27,5% de los adolescentes en
estudio, consumían bebidas industrializadas, de igual manera, tenían bajo consumo de frutas y
verduras (Zambrano, Colina, Valero, Herrera, & Valero, 2013); en otro estudio en España (García,
y otros, 2014) se identificó mayor frecuencia de consumo de alimentos menos saludables; los