Sus botas ya no caminaban, la planta estaba muy delgada, por eso resbalaba en el lodo.
Entre tumbo y tumbo llego a un recodo del camino; solo miraba con sus ojos interiores, la
profundidad.
Del abismo en que se encontraba su alma; y saboreaba la amargura de sus nefastas
emociones, ensimismado en su propio egoísmo.
No escuchaba el suave trinar de las aves en el atardecer, ni el cristalino sonido del arroyo
entre las piedras, ni tan poco percibía el suave perfume de las orquídeas (las mejores de mi país),
sólo sentía el nauseabundo olor de su conciencia en agonía.
De pronto un olor a azufre anuló en la realidad, el olor de las orquídeas, y desde una piedra alta,
salto al camino un bulto de dos metros de altura, negro, de una negrura especial brillante y opaca
a la vez. Tenía patas de chivo, cola de buey, muslos de toro, pechos de chivo viejo, brazos y manos
lanudas con enormes uñas; sus ojos eran fosforescentes y destellaban chispas de candela; le dijo:
Que tal como te va Tiburcio.- pobre Tiburcio cayó patas, aunque pensó huir, más sintió un
frío interior, un sudoroso escalofrió que le bañaba todo el cuerpo, mudo, con ojos desorbitados y
con su respiración paralizada.
No te asustes Tiburcio ¿no me estabas llamando? Por eso he venido. ¿Quieres dejar de ser
pobre no es cierto? Yo sé que estás cansado de trabajar como mula.
No, no, no…no quiero nada, quién… que fiero que está. ¿Quién SOS vos?
Soy tu amigo. Tan amigo que vengo aquí apenas me llamaste.
Ándate a la mierda, lárgate: ¡Santo Dios favoréceme!. Ni lo nombres a Dios acaso no ves cómo te
tiene, todo sucio, muerto de hambre, con deudas ¿qué no te ves? Yo en cambio te puedo hacer rico,
dueño de hacienda de ganado, carro, mujeres y mucho dinero. Para que todo el mundo te respete,
te considere. Estarás vestido de lo mejor, con botas de cuero, joyas, reloj de oro, hasta teniente
político si quieres. Todo lo que pidas será tuyo. Serás la envidia de le pueblo.
Yo…, yo, yo… soy pobre pero honrado adamas taita Dios me ha de castigar.
No seas terco. Dijo el Cuco. Conmigo puedes tener esa hacienda que tanto sueñas: ¿Qué
dices?
Pero la gente ¿qué dirá? Dijo el viejo Tiburcio